miércoles, 23 de diciembre de 2009

LA VERDAD SOBRE LA AGRESIÓN DE HERMANN TERTSCH

INTERVIU: HERMANN TERTSCH: BUSCAN A UN CHULO. No fueron “moros, ni gente del cine, ni antifascistas, ni miembros de la SGAE”. El hombre que asestó el brutal golpe que dejó malherido al periodista Hermann Tertsch no pertenece a ninguno de estos colectivos, de los que el presentador del espacio de Telemadrid ‘Diario de la noche’ dijo sospechar. Pocos parroquianos quedaban ya en el bar Toni 2, situado en la calle Almirante, en el corazón de Madrid, a las seis de la mañana del 8 de diciembre. Uno de ellos era Hermann Tertsch, que había llegado al local en torno a las tres de la madrugada, según la reconstrucción hecha por la policía madrileña, que investiga la brutal agresión que sufrió allí el periodista. Otro de los clientes que quedaban en el local era el que propinó a Tertsch el salvaje golpe que le dejó malherido. Y, al menos, otras nueve personas –entre clientela y empleados– estaban en el escenario de los hechos en el momento de la agresión. Pese a ello, sólo una testigo ha declarado a la policía que vio como “un hombre fuerte, grande, pero no muy alto”, dio un puñetazo en la espalda al periodista, aunque la mujer aseguró a los agentes que no pudo ver el rostro del agresor. Otro de los testigos afirma que vio a Tertsch en el suelo tras ser agredido, que lo recogió y lo ayudó a sentarse en un sofá. Este hombre, relacionado con locales de alterne de Madrid, es la persona sobre la que recaen las sospechas de la policía, que cree que el atacante se encuentra, en cualquier caso, entre las personas que ya han sido interrogadas. Respecto a los motivos del ataque, un testigo afirmó a la policía que Tertsch, con síntomas de embriaguez, agarró del brazo y trató de retener a la mujer que iba con él. “Me quedé con ganas de darle una hostia”, llegó a decir este hombre ante los agentes. Instantes antes de la agresión, el periodista tuvo un incidente similar con otra chica, según otro de los testimonios recogidos por la policía. El propio Tertsch prestó declaración en el hospital donde está ingresado. Dijo desconocer quién le pegó y negó haber llegado acompañado de tres jóvenes, como aseguran los testigos. Dijo que permaneció solo en todo momento y que sufrió la agresión tras llegar a la barra desde el lugar en el que está el pianista del bar, junto al que el periodista pasó gran parte de la velada. Tertsch dijo que creía haber recibido una patada, aunque no descartó que pudiera ser un puñetazo. Los dos camareros y el dueño del local también han sido interrogados por los agentes, aunque ninguno de ellos ha podido aportar detalles importantes sobre lo ocurrido, al igual que el cliente que acompañó a Tertsch hasta su casa. La policía también ha recabado el testimonio del primer médico que atendió al presentador, unas tres horas después de ser agredido. Se trata de un doctor de la clínica La Milagrosa, que ordenó que se le hiciesen unas radiografías y que tuvo un incidente con el periodista, ya que éste se marchó del centro sin esperar el resultado de las pruebas, pese a la gravedad de su estado. Finalmente, Tertsch fue al Hospital de Madrid, desde donde el 15 de diciembre hizo un comentario editorial para su informativo.

sábado, 19 de diciembre de 2009

"SI FUERA...." (autora: ANDREA - 11 años)

Si fuera un mes: Diciembre, porque es mi cumpleaños.
Si fuera un día de la semana: Viernes, porque al día siguiente es fin de semana.
Si fuera un momento del día: El recreo, ¡por fin libertad!
Si fuera un planeta: Plutón, porque es pequeño como yo.
Si fuera un animal: El zorro, por su astucia.
Si fuera un mueble: La cama, blandita y mullidita.
Si fuera un líquido: El agua, que nos da la vida.
Si fuera una fruta: El mango, que a todo el mundo le gusta.
Si fuera un instrumento musical: La batería, que contiene un poco de todo.
Si fuera una canción: Don´t Worry Be Happy.
Si fuera una comida: El cocido de mi padre, Miguel.
Si fuera una parte del cuerpo: La cabeza.
Si fuera un objeto: Un libro.
Si fuera una asignatura: Conocimiento del medio.
Si fuera un número: El 6, mi número de la suerte.
Si fuera un coche: Un todoterreno, el ideal para ir de aventura.
Si fuera un color: El naranja, el de la alegría y el azul.
Si fuera una ciudad: No me gustan las ciudades.
Si fuera un mar: El Atlántico, porque me gusta el frío.
Si fuera un idioma: El inglés, que sirve para todo.
Si fuera una flor: La margarita, por su inocencia.
Si fuera un verbo: Leer.
Si fuera una estación: El invierno, por el frío y la nieve.
Si fuera una prenda: Los vaqueros, elegantes y cómodos.
Si fuera un cuadro: La libertad guiando al pueblo.
Si fuera un monumento: Neptuno, que soy del Atleti.
Si fuera un país: Noruega.
Si fuera un lugar: La montaña.
Si fuera un deporte: El sófbol, béisbol femenino.
Si fuera un integrante de un grupo: La cantante.

martes, 8 de diciembre de 2009

COPIO A MI HERMANO

Si fuera un mes: Julio o Agosto, que hace mucho calor.

Si fuera un día de la semana: el sábado, porque todavía no ha acabado el fin de semana.

Si fuera un momento del día: cualquiera en el que me puede tumbar en la cama a leer.

Si fuera un planeta: el de los anillos, por chulo.

Si fuera un animal: por supuesto, el toro, me apasionan.

Si fuera un mueble: una cama(sirve para las 3 cosas para mí más placenteras, a ver si las averiguáis).

Si fuera un líquido: como buena Géminis, tengo 2 preferencias: el vino y la cerveza. Aunque tampoco le hago ascos a un buen combinado de ginebra y fanta de limón.

Si fuera una fruta: el mango (dominicano, por supuesto), porque sabe a paraíso.

Si fuera un instrumento musical: ¿y eso qué es? Sólo tengo orejas.

Si fuera una canción: cualquiera de Sabina o de Joaquín (como mi hermano; veo que tuve alguna buena influencia sobre él).

Si fuera una comida: una pata de cordero asado, en Sacramenia (Segovia).

Si fuera una parte del cuerpo: las manos, me encantan (chicos, por favor, las uñas bien cortaditas; no soporto a los chicos con las uñas largas).

Si fuera un objeto: cualquiera que sea cuadrado, como yo.

Si fuera una asignatura: Latín, ¿cuál si no?

Si fuera un número: nací un 23, me enamoré un 9, me casé un 3, mi tesoro nació un 7, pero el 5 me fascina, quizá sea por su forma.

Si fuera un coche: ¡Pues cuál va a ser: un FERRARI ROJO!

Si fuera un color: el rojo en 2 versiones: el rojo “Valentino” o el rojo “Ferrari”. Me inspira vida, pasión.

Si fuera una ciudad: difícil contestación. Cualquiera de Italia, aunque estoy enamorada de Nápoles y de Palermo porque en ellas respiro vida y pasión en toda su plenitud, pero no viviría en ellas. Para vivir, cualquiera que no sea Madrid, que tenga cerca el mar, haga bastante calor y llueva poco a ser posible. Me decanto por Barcelona capital o por Gerona (capital of course). No soporto los pueblos.

Si fuera un mar: el Caribe. ¡AGUA CALIENTE: EL ÚNICO MAR EN EL QUE HE DISFRUTADO ENORMEMENTE BAÑÁNDOME! (Aunque no me olvido del Egeo, no se vayan a enfadar los dioses).

Si fuera un idioma: el italiano, por lo bien que suena (y si fuese capaz de mover las manos como ellos sería la leche).

Si fuera una flor: una rosa roja (aunque ya no huelen. ¡Maldito cambio climático!).

Si fuera un verbo: leer. Me leería hasta el papel del váter si estuviera escrito.

Si fuera una estación: el verano ¡HACE MUCHO CALOR!.

Si fuera una prenda: una camiseta (a ser posible de Desigual o de Paramitas), en cualquier caso, “cantosa”.

Si fuera un cuadro: un paisaje, un jarrón con flores, pero sobre todo, los bodegones. Los de Cézanne con manzanas me encantan.

Si fuera un monumento: cualquiera de Grecia o de Italia, pero me fascinan las esculturas cicládicas griegas o la cerámica geométrica griega.

Si fuera un país: no soy patriota, mi país son mi pareja y mi hija.

Si fuera un lugar: el desierto.

Si fuera un deporte: ¿lo cualo?

Si fuera un integrante de un grupo: la que lleva la contabilidad y/o la organización. Seguro que se me daba de miedo. Ya sabéis mi gen “alemán”.

(Felicidad)

El velo y la cruz

El laicismo es el gran invento de la modernidad para facilitar la convivencia entre los diferentes credos: saca a Dios del salón público y lo instala en el corazón privado de los hombres y de las mujeres libres

En su carta al director del viernes 14 de noviembre, María de Andrés Urtasun solicita una explicación para el doble rasero que ella percibe entre el trato dado al crucifijo y al velo de las musulmanas. Según ella afirma, mientras el primero es retirado apresuradamente de las aulas, el segundo no sólo se tolera sino que se defiende con afán. Se trata de una comparación que está adquiriendo un considerable éxito en el imaginario social, por lo que conviene sin duda profundizar en su fundamento.
La primera gran diferencia entre el caso del crucifijo y el del velo apunta al espacio en el que cada uno se sitúa. Ni el laicismo como ideal de tolerancia ni el liberalismo como teoría política subyacente tienen problema alguno con el crucifijo en sí, sino con el lugar en el que algunos se empeñan en colocarlo: la escuela pública. Porque, aunque esos algunos no parezcan querer entenderlo, "público" significa "obligado para todos".
Un crucifijo en un centro público (sea un hospital, un juzgado o una escuela) supone adscribir una y sólo una determinada religión a todos y cada uno de los usuarios de tal centro.
Y, claro, una cosa así choca con la libertad religiosa, porque algunos usuarios adoran a otro Dios, otros no adoran a ninguno y otros no acaban de saber a qué o a quién adorar. De ahí que el fundamento jurídico de la sentencia del Tribunal de Estrasburgo haya sido precisamente ése: la libertad religiosa.
Un inciso: algunos salen aquí con el pintoresco argumento de que los católicos son mayoría en nuestro país, y de que de tal cosa se desprendería la legitimidad de los crucifijos en las escuelas. Da pereza tener que explicar esto, pero es que si la religión del Estado se eligiera por mayoría, entonces nada habría que objetar a que en los países musulmanes todos los niños fueran educados en el islam, en Israel todos lo fueran en el judaísmo, aquí todos en el catolicismo, en Grecia todos en el cristianismo ortodoxo, etcétera.
"A la teocracia por la democracia", un bonito eslogan que aquí asumen sin rubor algunos de nuestros pretendidos liberales, y que pisotea una de las conquistas más elementales de la modernidad: el Estado ha de ser neutral, aconfesional o laico -cosas todas que significan lo mismo- precisamente porque sólo así puede garantizarse para todos la libertad de conciencia.
Pero retomemos la cuestión. La gran diferencia entre el velo y la cruz es que el velo es algo privado. No es un símbolo religioso que se quiera imponer en ciertos espacios públicos, sino una prenda que algunas personas deciden lucir (y soy consciente de todo lo problemático que encierra este "deciden" cuando estamos hablando de niñas o adolescentes).
Un aula, cuando es pública, no puede adornarse con trajes religiosos pertenecientes a una determinada confesión. Nada público puede hacerlo: ni las aulas, ni los libros, ni los temarios, ni (por cierto) los juramentos de los funcionarios, ni (por cierto) los funerales de Estado, ni (por cierto) la declaración de la renta, ni... en fin, nada que obligue a todos. Ésa es la gran diferencia: el velo es algo privado, el crucifijo -el que se ha prohibido en Estrasburgo, quiero decir- pretendía ser público.
Por eso, para enfocar con justicia la cuestión, al velo no habría que compararlo con los gruesos crucifijos de pared de las aulas, sino con los diminutos que muchos de nuestros estudiantes llevan colgados al cuello, con las medallas de la virgen, con las estampas de santos, con la kipá que lucen los judíos, etcétera. Es decir, con símbolos religiosos, sí, pero perfectamente privados. ¿Hay algo en el laicismo que implique prohibir los símbolos religiosos privados? No, en absoluto.
De hecho, si el laicismo garantiza la neutralidad de los espacios públicos lo hace precisamente para que cada uno podamos hacer uso de nuestra libertad individual en el ámbito privado. Es gracias al laicismo que unos pueden lucir una cruz y otros un velo, y ésa es su grandeza civilizatoria.
Contra lo que mezquinamente nos venden algunos en este país, el laicismo no se opone a ninguna religión, sino todo lo contrario: lo que viene a hacer es garantizarlas todas. El laicismo es sinónimo de tolerancia, de igualdad, de respeto. Es el gran invento de la modernidad para facilitar la convivencia entre los diferentes credos: saca a Dios del salón público del trono y lo instala en el corazón privado de los hombres y de las mujeres libres.
Pero, ¿y no es el velo un símbolo machista? ¿No vulnera la dignidad de la mujer, no presupone y potencia su sumisión? Esta segunda acusación va más allá del ámbito del laicismo y acude en su descargo a cierta idea de los derechos humanos. Si el velo atenta contra la mujer, lo hará dentro y fuera de la escuela, y habrá por tanto de perseguirse siempre y en todo caso.
Por estos y otros motivos, buena parte del feminismo (no todo) se sitúa del lado de la prohibición, junto a insospechados compañeros de viaje como los neocon, cierta islamofobia rampante y no pocos partidarios de ese "choque civilizatorio" que más que describir una situación parecen empeñados en provocarla.
La cuestión es desde luego espinosa, y dista de ofrecer nada ni remotamente parecido a una solución sencilla, pero yo adelantaría dos razones por las que creo que el feminismo hace un flaco favor a su causa cuando aboga por la prohibición. En primer lugar, porque al hacerlo así ha de asumir una identificación entre una prenda -el velo- y unos valores -los patriarcales- que está lejos de ser evidente.
El velo no significa lo mismo siempre, ni en todas las culturas, ni para cada una de las mujeres que lo adoptan. Se trata de una generalización abusiva que probablemente genera más problemas que los que resuelve.
En el caso concreto de las escuelas, parece mucho más sensato que decida cada Consejo Escolar atendiendo a las circunstancias del caso. Y, como en todo proceso con garantías -esas garantías jurídicas que configuran uno de los más hermosos avances morales que ha dado al mundo la civilización occidental- "las circunstancias" han de ser siempre actos concretos, no meras prendas de vestir, sean velos, estrellas de David o crucifijos.
Lucir el velo no debe llevar per se a la apertura de un proceso de indagaciones del que los demás alumnos se hallen liberados. Sabemos a qué recuerda eso, y estremece tener que recordar lo obvio.
Pero, en segundo lugar y sobre todo, porque lo que está en juego es la libertad de las propias musulmanas. Que el velo es machista es en muchos casos absolutamente cierto, pero prohibirlo enarbolando esa razón resulta en buena medida contraproducente. La lucha de las mujeres por su liberación ha sido el acontecimiento más fructífero y liberador de la modernidad, pero lo ha sido así porque fueron ellas las que encabezaron la lucha: ellas fueron las protagonistas, como ahora lo han de ser las musulmanas.
Lo que la prohibición lograría sería retirar de la cabeza de las mujeres el mero velo externo, sí, pero al presumible precio de mantener incólume el interno, que es el que principalmente hemos (han) de combatir: el machismo son ante todo ideas y representaciones mentales, y sólo secundariamente ropas, hábitos y servidumbres.
Son ellas las que han de descubrir su camino, sin que les indiquemos cuál es "el adecuado" ni les forcemos a transitarlo. Para bien o para mal, las similitudes que existen entre querer obligar a una mujer a despojarse de una determinada prenda "por su propio bien" y pretender imponer en un país "la democracia" manu militari son demasiado evidentes, demasiado cercanas y demasiado siniestras.
Jorge Urdánoz Ganuza es profesor de Teoría Política en la Universidad Autónoma de Madrid.

(Última colaboración, por ahora, de Felicidad. Se acabó la trascendencia).

¿Es pecado el parlamentarismo?

JAVIER PRADERA
EL PAÍS - 02/12/2009

La Conferencia Episcopal no dejó ni 24 horas de respiro para anunciar su inquisitorial censura del rechazo por el Congreso de las cinco enmiendas a la totalidad presentadas contra el proyecto de ley de Interrupción Temporal del Embarazo y de Salud Sexual y Reproductiva. El secretario de la Conferencia Episcopal se apresuró a recordar con estilo relamido y untuoso la Declaración condenatoria de su Asamblea Plenaria sobre la iniciativa legal publicada el pasado 17 de junio.
Aunque los sapos y culebras verbalizados en 1985 por los obispos contra la primera ley socialista del aborto no dejaban demasiado espacio para una ampliación del agresivo zoo, el portavoz Martínez Camino se mantiene fiel al prejuicio popular de que cualquier tiempo pasado fue mejor: a su juicio, el proyecto de 2009 es "un serio retroceso" respecto a la vieja normativa.
La Conferencia Episcopal ha echado el resto en esa renovada ofensiva. Ningún parlamentario que atienda a "los imperativos de la recta razón" (un eufemismo retórico para designar las órdenes taxativas procedentes de la voluntad del Vaticano) puede "aprobar ni dar su voto" a la nueva ley del aborto. Muy en particular los diputados y senadores católicos, representantes de la soberanía popular que pasan a convertirse en obedientes transmisores del mandato imperativo de la Iglesia, se situarían objetivamente si lo hicieran en una situación de pecado y no serían admitidos al banquete de la comunión.
Así, El liberalismo es pecado, publicado en 1884 por el padre Félix Sardá y Salvany, amenaza con extender el fuego purificador al parlamentarismo. El argumento de autoridad invocado es nada menos que el papa Ratzinger, quien en 2004 -cuando era prefecto del Santo Oficio- informó al presidente de la Conferencia Episcopal estadounidense de que los católicos pueden comulgar en el caso de que apoyen la pena de muerte pero no en el supuesto de que defiendan el aborto.
Si bien la Iglesia católica discrimina a las mujeres y les niega el acceso al sacerdocio, los obispos no vacilan en autoproclamarse los máximos defensores del género femenino: aunque practican la castidad y el celibato, también se consideran con derecho a pontificar en exclusiva sobre la moral sexual y a pronunciarse en contra del preservativo, de los anticonceptivos y de la regulación de la natalidad. Intérpretes únicos de la ley natural y monopolizadores de la fórmula alquimista para transformarla en ley positiva, confunden igualmente la existencia biológica del ser vivo con la personalidad moral del ser humano.
El debate parlamentario de la semana pasada arrancó con una intervención de la ministra de Igualdad dirigida a facilitar la retirada de las tres enmiendas a la totalidad reformistas presentadas por Convergència Democràtica, Unió Democràtica de Catalunya y UPyD; es bien sabido, sin embargo, que la política crea extraños compañeros o absurdos enemigos de cama. Bibiana Aído subrayó el propósito del Gobierno de "encontrar un punto de equilibrio" entre los grupos parlamentarios sobre la cuestión que ha provocado mayores discusiones: la capacidad de las jóvenes de 16 y 17 años para decidir la interrupción del embarazo sin informar previamente a los padres.
El portavoz de Unión del Pueblo Navarro (UPN) descalificó la iniciativa legal mediante el recitado con tono infantil de una ristra de palabras comenzadas con la misma letra: "ilegítima, incongruente, injusta, inconstitucional, incompleta, inútil e inoportuna". La portavoz del PP subió a la tribuna en avanzado estado de gravidez para equiparar el proyecto del Gobierno con la práctica del aborto en los países del bloque soviético antes de la caída del muro de Berlín, pese a que el dictamen del Consejo de Estado ofrece una razonada argumentación y una abrumadora lista que homologan la nueva norma española con las regulaciones existentes en todos los países de vieja tradición democrática. Pero el malhumorado rechazo del PP y de UPN de la oferta de diálogo de la ministra fingió ignorar que la aplicación de la ley de 1985 ha puesto de manifiesto en el transcurso de más de dos décadas una serie de ineficiencias técnicas, efectos indeseados y disfunciones sanitarias que deberían ser corregidas -más allá de las creencias religiosas y de las preferencias ideológicas- en beneficio de las mujeres embarazadas.

(Colaboración de Felicidad)

Aminetu y el asiento de Rosa Parks

PAUL LAVERTY Y KEN LOACH
EL PAÍS - 02/12/2009

El 1 de diciembre de 1955, en Montgomery, Alabama, Rosa Parks se negó a obedecer a un conductor de autobús que le dijo que cediera su asiento a un pasajero blanco. El 13 de noviembre de 2009, Aminetu Haidar se negó a cumplimentar su tarjeta de embarque como le ordenaron las autoridades de El Aaiún (ciudad en la que vive), en el Sáhara occidental
Ahora observamos, cada vez más horrorizados, la difícil situación de Aminetu Haidar, madre de dos niños pequeños, que continúa su huelga de hambre en el aeropuerto de Lanzarote. Haidar, que ha trabajado toda su vida para defender los derechos humanos del pueblo saharaui, fue expulsada por las autoridades marroquíes del Sáhara Occidental porque rellenó su tarjeta de embarque (al regresar de recoger un premio de derechos humanos en EE UU) con las palabras "Sáhara Occidental" en lugar de "Marruecos". Las autoridades dijeron que con ello había renunciado a su nacionalidad marroquí, confiscaron su pasaporte y la metieron en un vuelo a Lanzarote, sin documentos y contra su voluntad, todo lo cual infringe el Artículo 12 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que dice que "Nadie se verá arbitrariamente privado del derecho a entrar en su propio país".
En el centro de esta disputa se encuentra la negativa de Marruecos a conceder al pueblo saharaui el derecho a un referéndum de autodeterminación tras renunciar España a su colonia en 1975. Naciones Unidas y la comunidad internacional no reconocen de jure la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental pero, al mismo tiempo, guardan silencio mientras cientos de miles de saharauis languidecen en campos de refugiados en el desierto desde hace más de 34 años.
En las ultimas semanas, la opresión marroquí contra los activistas de los derechos humanos se ha incrementado tras el discurso del rey Mohamed VI, de una vulgaridad digna de George Bush, en el que dijo: "O una persona es marroquí, o no lo es. Uno es patriota o traidor. No hay término medio". Haidar y sus colegas detenidos en Marruecos son partidarios de una solución no violenta a este problema histórico. Ya es hora de que la comunidad internacional, y especialmente España, cuyo silencio durante años ha sido una vergüenza, presionen a Marruecos para que permita un referéndum democrático o, una vez más, veremos cómo los derechos minerales (unos enormes depósitos de fosfato) y los intereses económicos pueden sobre los derechos humanos.
Quizá sea iluso pensar que la tarjeta de embarque de Haidar pueda ser el equivalente al asiento que Rosa Parks no quiso ceder. Pero vivimos llenos de esperanza y enviamos nuestra solidaridad a esta extraordinaria mujer que, a pesar de estar desaparecida cuatro años y haber sido torturada por las autoridades marroquíes, aún tiene el valor de resistir. Qué tragedia sería para la resistencia no violenta, y para la posibilidad de una solución pacífica, que la dejemos morir. Instamos al Gobierno español a que garantice el regreso seguro e inmediato de Aminetu a su patria.
Paul Laverty y Ken Loach son cineastas.

(Colaboración de Felicidad, quien últimamente está muy trascendente).