viernes, 27 de marzo de 2009

CARTA DE DESPEDIDA DE UNOS TRABAJADORES DE TELEMADRID

Queridos amigos y/o compañeros de Telemadrid y la Onda:
A partir del día uno de abril, las estadísticas laborales de esta santa casa se rejuvenecen en DIECISÉIS TRIENIOS...: Carmen Martín García, de Redacción, y Pacho Fdez. Larrondo, de Documentación, NOS JUBILAMOS. Para los jovenzuelos que no nos conozcan, diremos que ella es de las primerísimas en la Onda cuando era "el ciento uno punto tres" en García de Paredes y él fue el primer contrato directamente firmado para la futura tele, cuando aún Telemadrid era más una entelequia que un ente y los programas se grababan para la prevista Televisión Autonomía en cintas U-Matic....
También, eso sí, fueron tiempos en los que no importaba demasiado si en el poder estaba el PSOE o el PP o si los compañeros eran progres o carcas porque se pretendía y buscaba la información más útil para TODA la Comunidad de Madrid y la mayoría ponía su carne en el asador según una verdadera ética profesional y no según los intereses de algún grupo. Estuvimos muy satisfechos de lo que hacíamos y llegó a ser un orgullo el decir dónde trabajábamos.
Dejemos eso. Al despedirnos, queremos dar las gracias a todos cuantos nos lo han hecho posible, especialmente a los compañeros de departamentos y lugares escasamente visibles que han hecho que esto funcionase como una empresa de comunicación y no como una fábrica automatizada de embutidos y que nos han hecho el trabajo mucho más agradable. Por eso queremos tomarnos unas copas y unos pinchos con todos los de esta santa casa que quieran compartirlos y dar un abrazo de despedida (de despedida aquí dentro, por supuesto, no de cortar relaciones futuras en la calle "como civiles") a tantos y tantos como hemos llegado a querer.
Gracias a la comprensión de los compañeros de la cafetería -a los que daremos la lata por última vez- y teniendo en cuenta que no todo el mundo puede sacar un rato libre al mismo tiempo, hemos establecido un especie de "audiencia papal corrida" el LUNES, 30 de marzo, de UNA DEL MEDIODÍA A CUATRO DE LA TARDE, en el bar, para que todo el que quiera, tanto de turno de mañana como de tarde, pueda tomarse en barra libre lo que le dé la gana (habrá pinchos por la mañana, cafés con pasteles para quienes vengan comidos) y brindar con nosotros. Los que nos conocen bien, ya sabrán que si no estamos allí en algún momento es porque hemos salido a fumar un cigarrito...
Para los que no nos podamos ver ese día, un abrazo muy muy fuerte. ¡GRACIAS A TODOS, COMPAÑEROS!.
Y seguimos creyendo en la radio y la tele públicas e independientes como un gran servicio a la ciudadanía. Por encima de eslóganes que advierten es-pe-jo-de-lo-que-so-mos, queremos un reflejo de la realidad y la preparación de un mejor futuro.
Carmen y Pacho
Nota: esto lo intentamos enviar por intranet: no somos ningunos genios de la informática ni todo el mundo abre el correo interno, así que si tú, lector, crees que puedes hacerle llegar la invitación a alguien a quien no le haya llegado bajo estas cuatro paredes, cuéntaselo. ¡Todos estáis invitados!.

martes, 24 de marzo de 2009

MARIANO JOSE DE LARRA


Hoy se cumplen 200 años del nacimiento de Mariano José de Larra y que menos que un pequeñísimo homenaje desde este microespacio virtual.



Yo pasé mi adolescencia estudiando en un instituto que llevaba su nombre y claro, la lectura de parte de su obra era obligatoria en las clases de literatura. En su momento casi todas las lecturas obligadas me resultaban pesadísimas. Casi todas. Os copio un magnífico artículo de Larra, quizás el más famoso. Y por supuesto os recomiento su lectura (es largo pero merece la pena). Otro día hablaremos de releer los clásicos y dejar un poco de lado los códigos secretos de sectas religiosas secretas y los hombres que amaban los bidones de gasolina o las cerillas o yo que sé.

El castellano viejo

Ya en mi edad pocas veces gusto de alterar el orden que en mi manera de vivir tengo hace tiempo establecido, y fundo esta repugnancia en que no he abandonado mis lares ni un solo día para quebrantar mi sistema, sin que haya sucedido el arrepentimiento más sincero al desvanecimiento de mis engañadas esperanzas. Un resto, con todo eso, del antiguo ceremonial que en su trato tenían adoptado nuestros padres, me obliga a aceptar a veces ciertos convites a que parecería el negarse grosería, o por lo menos ridícula afectación de delicadeza.

Andábame días pasados por esas calles a buscar materiales para mis artículos. Embebido en mis pensamientos, me sorprendí varias veces a mí mismo riendo como un pobre hombre de mis propias ideas y moviendo maquinalmente los labios; algún tropezón me recordaba de cuando en cuando que para andar por el empedrado de Madrid no es la mejor circunstancia la de ser poeta ni filósofo; más de una sonrisa maligna, más de un gesto de admiración de los que a mi lado pasaban, me hacía reflexionar que los soliloquios no se deben hacer en público; y no pocos encontrones que al volver las esquinas di con quien tan distraída y rápidamente como yo las doblaba, me hicieron conocer que los distraídos no entran en el número de los cuerpos elásticos, y mucho menos de los seres gloriosos e impasibles. En semejante situación de mi espíritu, ¿qué sensación no debería producirme una horrible palmada que una gran mano, pegada (a lo que por entonces entendí) a un grandísimo brazo, vino a descargar sobre uno de mis hombros, que por desgracia no tienen punto alguno de semejanza con los de Atlante?

No queriendo dar a entender que desconocía este enérgico modo de anunciarse, ni desairar el agasajo de quien sin duda había creído hacérmele más que mediano, dejándome torcido para todo el día, traté sólo de volverme por conocer quien fuese tan mi amigo para tratarme tan mal; pero mi castellano viejo es hombre que cuando está de gracias no se ha de dejar ninguna en el tintero. ¿Cómo dirá el lector que siguió dándome pruebas de confianza y cariño? Echome las manos a los ojos y sujetándome por detrás:

-¿Quién soy? -gritaba alborozado con el buen éxito de su delicada travesura-. ¿Quién soy?

«Un animal», iba a responderle; pero me acordé de repente de quién podría ser, y sustituyendo cantidades iguales:

-Braulio eres -le dije.

Al oírme, suelta sus manos, ríe, se aprieta los ijares, alborota la calle y pónenos a entrambos en escena.

-¡Bien, mi amigo! ¿Pues en qué me has conocido?

-¿Quién pudiera sino tú...?

-¿Has venido ya de tu Vizcaya?

-No, Braulio, no he venido.

-Siempre el mismo genio. ¿Qué quieres?, es la pregunta del español. ¡Cuánto me alegro de que estés aquí! ¿Sabes que mañana son mis días?

-Te los deseo muy felices.

-Déjate de cumplimientos entre nosotros; ya sabes que yo soy franco y castellano viejo: el pan pan y el vino vino; por consiguiente exijo de ti que no vayas a dármelos; pero estás convidado.

-¿A qué?

-A comer conmigo.

-No es posible.

-No hay remedio.

-No puedo -insisto ya temblando.

-¿No puedes?

-Gracias.

-¿Gracias? Vete a paseo; amigo, como no soy el duque de F..., ni el conde de P...

¿Quién se resiste a una sorpresa de esta especie?¿Quién quiere parecer vano?

-Pues si no es eso -me interrumpe-, te espero a las dos; en casa se come a la española; temprano.

Tengo mucha gente: tendremos al famoso X., que nos improvisará de lo lindo; T. nos cantará de sobremesa una rondeña con su gracia natural; y por la noche J. cantará y tocará alguna cosilla.

Esto me consoló algún tanto, y fue preciso ceder: un día malo, dije para mí, cualquiera lo pasa; en este mundo para conservar amigos es preciso tener el valor de aguantar sus obsequios.

-No faltarás, si no quieres que riñamos.

-No faltaré -dije con voz exánime y ánimo decaído, como el zorro que se revuelve inútilmente dentro de la trampa donde se ha dejado coger.

-Pues hasta mañana -y me dio un torniscón por despedida.

Vile marchar como el labrador ve alejarse la nube de su sembrado, y quedeme discurriendo cómo podían entenderse estas amistades tan hostiles y tan funestas.

Ya habrá conocido el lector, siendo tan perspicaz como yo le imagino, que mi amigo Braulio está muy lejos de pertenecer a lo que se llama gran mundo y sociedad de buen tono, pero no es tampoco un hombre de la clase inferior, puesto que es un empleado de los de segundo orden, que reúne entre su sueldo y su hacienda cuarenta mil reales de renta; que tiene una cintita atada al ojal y una crucecita a la sombra de la solapa; que es persona, en fin, cuya clase, familia y comodidades de ninguna manera se oponen a que tuviese una educación más escogida y modales más suaves e insinuantes. Mas la vanidad le ha sorprendido por donde ha sorprendido casi siempre a toda o a la mayor parte de nuestra clase media, y a toda nuestra clase baja. Es tal su patriotismo, que dará todas las lindezas del extranjero por un dedo de su país. Esta ceguedad le hace adoptar todas las responsabilidades de tan inconsiderado cariño; de paso que defiende que no hay vinos como los españoles, en lo cual bien pude de tener razón, defiende que no hay educación como la española, en lo cual bien pudiera no tenerla; a trueque de defender que el cielo de Madrid es purísimo, defenderá que nuestras manolas son las más encantadoras de todas las mujeres: es un hombre, en fin, que vive de exclusivas, a quien le sucede poco más o menos lo que a una parienta mía, que se muere por las jorobas sólo porque tuvo un querido que llevaba una excrecencia bastante visible sobre entrambos omóplatos.

No hay que hablarle, pues, de estos usos sociales, de estos respetos mutuos, de estas reticencias urbanas, de esa delicadeza de trato que establece entre los hombres una preciosa armonía, diciendo sólo lo que debe agradar y callando siempre lo que puede ofender. Él se muere «por plantarle una fresca al lucero del alba», como suele decir, y cuando tiene un resentimiento, se le «espeta a uno cara a cara». Como tiene trocados todos los frenos, dice de los cumplimientos que ya sabe lo que quiere decir «cumplo» y «miento»; llama a la urbanidad hipocresía, y a la decencia monadas; a toda cosa buena le aplica un mal apodo; el lenguaje de la finura es para él poco más que griego: cree que toda la crianza está reducida a decir «Dios guarde a ustedes» al entrar en una sala, y añadir «con permiso de usted» cada vez que se mueve; a preguntar a cada uno por toda su familia, y a despedirse de todo el mundo; cosas todas que así se guardará él de olvidarlas como de tener pacto con franceses. En conclusión, hombres de estos que no saben levantarse para despedirse sino en corporación con alguno o algunos otros, que han de dejar humildemente debajo de una mesa su sombrero, que llaman su «cabeza», y que cuando se hallan en sociedad por desgracia sin un socorrido bastón, darían cualquier cosa por no tener manos ni brazos, porque en realidad no saben dónde ponerlos, ni qué cosa se puede hacer con los brazos en una sociedad.

Llegaron las dos, y como yo conocía ya a mi Braulio, no me pareció conveniente acicalarme demasiado para ir a comer; estoy seguro de que se hubiera picado; no quise, sin embargo, excusar un frac de color y un pañuelo blanco, cosa indispensable en un día de días en semejantes casas; vestime sobre todo lo más despacio que me fue posible, como se reconcilia al pie del suplicio el infeliz reo, que quisiera tener cien pecados más que contar para ganar tiempo; era citado a las dos, y entré en la sala a las dos y media.

No quiero hablar de las infinitas visitas ceremoniosas que antes de la hora de comer entraron y salieron en aquella casa, entre las cuales no eran de despreciar todos los empleados de su oficina, con sus señoras y sus niños, y sus capas, y sus paraguas, y sus chanclos, y sus perritos; dejome en blanco los necios cumplimientos que se dijeron al señor de los días; no hablo del inmenso círculo con que guarnecía la sala el concurso de tantas personas heterogéneas, que hablaron de que el tiempo iba a mudar, y de que en invierno suele hacer más frío que en verano. Vengamos al caso: dieron las cuatro y nos hallamos solos los convidados. Desgraciadamente para mí, el señor de X., que debía divertirnos tanto, gran conocedor de esta clase de convites, había tenido la habilidad de ponerse malo aquella mañana; el famoso T. se hallaba oportunamente comprometido para otro convite; y la señorita que tan bien había de cantar y tocar estaba ronca, en tal disposición que se asombraba ella misma de que se la entendiese una sola palabra, y tenía un panadizo en un dedo. ¡Cuántas esperanzas desvanecidas!

-Supuesto que estamos los que hemos de comer -exclamó don Braulio-, vamos a la mesa, querida mía.

-Espera un momento -le contestó su esposa casi al oído-, con tanta visita yo he faltado algunos momentos de allá dentro y...

-Bien, pero mira que son las cuatro.

-Al instante comeremos.

Las cinco eran cuando nos sentábamos a la mesa.

-Señores -dijo el anfitrión al vernos titubear en nuestras respectivas colocaciones-, exijo la mayor franqueza; en mi casa no se usan cumplimientos. ¡Ah, Fígaro!, quiero que estés con toda comodidad; eres poeta, y además estos señores, que saben nuestras íntimas relaciones, no se ofenderán si te prefiero; quítate el frac, no sea que le manches.

-¿Qué tengo de manchar? -le respondí, mordiéndome los labios.

-No importa, te daré una chaqueta mía; siento que no haya para todos.

-No hay necesidad.

-¡Oh!, sí, sí, ¡mi chaqueta! Toma, mírala; un poco ancha te vendrá.

-Pero, Braulio...

-No hay remedio, no te andes con etiquetas.

Y en esto me quita él mismo el frac, velis nolis, y quedo sepultado en una cumplida chaqueta rayada, por la cual sólo asomaba los pies y la cabeza, y cuyas mangas no me permitirían comer probablemente. Dile las gracias: ¡al fin el hombre creía hacerme un obsequio!

Los días en que mi amigo no tiene convidados se contenta con una mesa baja, poco más que banqueta de zapatero, porque él y su mujer, como dice, ¿para qué quieren más? Desde la tal mesita, y como se sube el agua del pozo, hace subir la comida hasta la boca, adonde llega goteando después de una larga travesía; porque pensar que estas gentes han de tener una mesa regular, y estar cómodos todos los días del año, es pensar en lo excusado. Ya se concibe, pues, que la instalación de una gran mesa de convite era un acontecimiento en aquella casa; así que se había creído capaz de contener catorce personas que éramos en una mesa donde apenas podrían comer ocho cómodamente. Hubimos de sentarnos de medio lado, como quien va a arrimar el hombro a la comida, y entablaron los codos de los convidados íntimas relaciones entre sí con la más fraternal inteligencia del mundo. Colocáronme por mucha distinción entre un niño de cinco años, encaramado en unas almohadas que era preciso enderezar a cada momento porque las ladeaba la natural turbulencia de mi joven adlátere, y entre uno de esos hombres que ocupan en el mundo el espacio y sitio de tres, cuya corpulencia por todos lados se salía de madre de la única silla en que se hallaba sentado, digámoslo así, como en la punta de una aguja. Desdobláronse silenciosamente las servilletas, nuevas a la verdad, porque tampoco eran muebles en uso para todos los días, y fueron izadas por todos aquellos buenos señores a los ojales de sus fraques como cuerpos intermedios entre las salsas y las solapas.

-Ustedes harán penitencia, señores -exclamó el anfitrión una vez sentado-; pero hay que hacerse cargo de que no estamos en Genieys -frase que creyó preciso decir.

Necia afectación es ésta, si es mentira, dije yo para mí; y si verdad, gran torpeza convidar a los amigos a hacer penitencia.

Desgraciadamente no tardé mucho en conocer que había en aquella expresión más verdad de la que mi buen Braulio se figuraba. Interminables y de mal gusto fueron los cumplimientos con que para dar y recibir cada plato nos aburrimos unos a otros.

-Sírvase usted.

-Hágame usted el favor.

-De ninguna manera.

-No lo recibiré.

-Páselo usted a la señora.

-Está bien ahí.

-Perdone usted.

-Gracias.

-Sin etiqueta, señores -exclamó Braulio, y se echó el primero con su propia cuchara.

Sucedió a la sopa un cocido surtido de todas las sabrosas impertinencias de este engorrosísimo, aunque buen plato; cruza por aquí la carne; por allá la verdura; acá los garbanzos; allá el jamón; la gallina por derecha; por medio el tocino; por izquierda los embuchados de Extremadura. Siguiole un plato de ternera mechada, que Dios maldiga, y a éste otro y otros y otros; mitad traídos de la fonda, que esto basta para que excusemos hacer su elogio, mitad hechos en casa por la criada de todos los días, por una vizcaína auxiliar tomada al intento para aquella festividad y por el ama de la casa, que en semejantes ocasiones debe estar en todo, y por consiguiente suele no estar nada.

-Este plato hay que disimularle -decía ésta de unos pichones-; están un poco quemados.

-Pero, mujer...

-Hombre, me aparté un momento, y ya sabes lo que son las criadas.

-¡Qué lástima que este pavo no haya estado media hora más al fuego! Se puso algo tarde.

-¿No les parece a ustedes que está algo ahumado este estofado?

-¿Qué quieres? Una no puede estar en todo.

-¡Oh, está excelente! -exclamábamos todos dejándonoslo en el plato-. ¡Excelente!

-Este pescado está pasado.

-Pues en el despacho de la diligencia del fresco dijeron que acababa de llegar. ¡El criado es tan bruto!

-¿De dónde se ha traído este vino?

-En eso no tienes razón, porque es...

-Es malísimo.

Estos diálogos cortos iban exornados con una infinidad de miradas furtivas del marido para advertirle continuamente a su mujer alguna negligencia, queriendo darnos a entender entrambos a dos que estaban muy al corriente de todas las fórmulas que en semejantes casos se reputan finura, y que todas las torpezas eran hijas de los criados, que nunca han de aprender a servir. Pero estas negligencias se repetían tan a menudo, servían tan poco ya las miradas, que le fue preciso al marido recurrir a los pellizcos y a los pisotones; y ya la señora, que a duras penas había podido hacerse superior hasta entonces a las persecuciones de su esposo, tenía la faz encendida y los ojos llorosos.

-Señora, no se incomode usted por eso -le dijo el que a su lado tenía.

-¡Ah!, les aseguro a ustedes que no vuelvo a hacer estas cosas en casa; ustedes no saben lo que es esto; otra vez, Braulio, iremos a la fonda y no tendrás...

-Usted, señora mía, hará lo que...

-¡Braulio! ¡Braulio!

Una tormenta espantosa estaba a punto de estallar; empero todos los convidados a porfía probamos a aplacar aquellas disputas, hijas del deseo de dar a entender la mayor delicadeza, para lo cual no fue poca parte la manía de Braulio y la expresión concluyente que dirigió de nuevo a la concurrencia acerca de la inutilidad de los cumplimientos, que así llamaba él a estar bien servido y al saber comer. ¿Hay nada más ridículo que estas gentes que quieren pasar por finas en medio de la más crasa ignorancia de los usos sociales; que para obsequiarle le obligan a usted a comer y beber por fuerza, y no le dejan medio de hacer su gusto? ¿Por qué habrá gentes que sólo quieren comer con alguna más limpieza los días de días?

A todo esto, el niño que a mi izquierda tenía, hacía saltar las aceitunas a un plato de magras con tomate, y una vino a parar a uno de mis ojos, que no volvió a ver claro en todo el día; y el señor gordo de mi derecha había tenido la precaución de ir dejando en el mantel, al lado de mi pan, los huesos de las suyas, y los de las aves que había roído; el convidado de enfrente, que se preciaba de trinchador, se había encargado de hacer la autopsia de un capón, o sea gallo, que esto nunca se supo: fuese por la edad avanzada de la víctima, fuese por los ningunos conocimientos anatómicos del victimario, jamás parecieron las coyunturas. «Este capón no tiene coyunturas», exclamaba el infeliz sudando y forcejeando, más como quien cava que como quien trincha. ¡Cosa más rara! En una de las embestidas resbaló el tenedor sobre el animal como si tuviera escama, y el capón, violentamente despedido, pareció querer tomar su vuelo como en sus tiempos más felices, y se posó en el mantel tranquilamente como pudiera en un palo de un gallinero.

El susto fue general y la alarma llegó a su colmo cuando un surtidor de caldo, impulsado por el animal furioso, saltó a inundar mi limpísima camisa: levántase rápidamente a este punto el trinchador con ánimo de cazar el ave prófuga, y al precipitarse sobre ella, una botella que tiene a la derecha, con la que tropieza su brazo, abandonando su posición perpendicular, derrama un abundante caño de Valdepeñas sobre el capón y el mantel; corre el vino, auméntase la algazara, llueve la sal sobre el vino para salvar el mantel; para salvar la mesa se ingiere por debajo de él una servilleta, y una eminencia se levanta sobre el teatro de tantas ruinas. Una criada toda azorada retira el capón en el plato de su salsa; al pasar sobre mí hace una pequeña inclinación, y una lluvia maléfica de grasa desciende, como el rocío sobre los prados, a dejar eternas huellas en mi pantalón color de perla; la angustia y el aturdimiento de la criada no conocen término; retírase atolondrada sin acertar con las excusas; al volverse tropieza con el criado que traía una docena de platos limpios y una salvilla con las copas para los vinos generosos, y toda aquella máquina viene al suelo con el más horroroso estruendo y confusión. «¡Por San Pedro!», exclama dando una voz Braulio difundida ya sobre sus facciones una palidez mortal, al paso que brota fuego el rostro de su esposa. «Pero sigamos, señores, no ha sido nada», añade volviendo en sí.

¡Oh honradas casas donde un modesto cocido y un principio final constituyen la felicidad diaria de una familia, huid del tumulto de un convite de día de días! Sólo la costumbre de comer y servirse bien diariamente puede evitar semejantes destrozos.

¿Hay más desgracias? ¡Santo cielo! ¡Sí las hay para mí, infeliz! Doña Juana, la de los dientes negros y amarillos, me alarga de su plato y con su propio tenedor una fineza, que es indispensable aceptar y tragar; el niño se divierte en despedir a los ojos de los concurrentes los huesos disparados de las cerezas; don Leandro me hace probar 25- el manzanilla exquisito, que he rehusado, en su misma copa, que conserva las indelebles señales de sus labios grasientos; mi gordo fuma ya sin cesar y me hace cañón de su chimenea; por fin, ¡oh última de las desgracias!, crece el alboroto y la conversación; roncas ya las voces, piden versos y décimas y no hay más poeta que Fígaro.

-Es preciso.

-Tiene usted que decir algo -claman todos.

-Désele pie forzado; que diga una copla a cada uno.

-Yo le daré el pie: «A don Braulio en este día».

-Señores, ¡por Dios!

-No hay remedio.

-En mi vida he improvisado.

-No se haga usted el chiquito.

-Me marcharé.

-Cerrar la puerta.

-No se sale de aquí sin decir algo.

Y digo versos por fin, y vomito disparates, y los celebran, y crece la bulla y el humo y el infierno.

A Dios gracias, logro escaparme de aquel nuevo Pandemonio. Por fin, ya respiro el aire fresco y desembarazado de la calle; ya no hay necios, ya no hay castellanos viejos a mi alrededor.

-¡Santo Dios, yo te doy gracias, exclamo respirando, como el ciervo que acaba de escaparse de una docena de perros y que oye ya apenas sus ladridos; para de aquí en adelante no te pido riquezas, no te pido empleos, no honores; líbrame de los convites caseros y de días de días; líbrame de estas casas en que es un convite un acontecimiento, en que sólo se pone la mesa decente para los convidados, en que creen hacer obsequios cuando dan mortificaciones, en que se hacen finezas, en que se dicen versos, en que hay niños, en que hay gordos, en que reina, en fin, la brutal franqueza de los castellanos viejos! Quiero que, si caigo de nuevo en tentaciones semejantes, me falte un roastbeef, desaparezca del mundo el beefsteak, se anonaden los timbales de macarrones, no haya pavos en Périgueux, ni pasteles en Perigord, se sequen los viñedos de Burdeos, y beban, en fin, todos menos yo la deliciosa espuma del champagne.

Concluida mi deprecación mental, corro a mi habitación a despojarme de mi camisa y de mi pantalón, reflexionando en mi interior que no son unos todos los hombres, puesto que los de un mismo país, acaso de un mismo entendimiento, no tienen las mismas costumbres, ni la misma delicadeza, cuando ven las cosas de tan distinta manera. Vístome y vuelo a olvidar tan funesto día entre el corto número de gentes que piensan, que viven sujetas al provechoso yugo de una buena educación libre y desembarazada, y que fingen acaso estimarse y respetarse mutuamente para no incomodarse, al paso que las otras hacen ostentación de incomodarse, y se ofenden y se maltratan, queriéndose y estimándose tal vez verdaderamente.

El Pobrecito Hablador, n.º 7, 11 de diciembre de 1832.

lunes, 23 de marzo de 2009

LAGOA DA SERPE


Mi abuelo Pepe es de Meda. Meda es un pueblo muy pequeñito del oriente orensano. Está situado muy cerca de las montañas más altas de Galicia, donde, según mi abuelito existen varias lagunas glaciares justo en el pico más alto conocido como Peña Trevinca. Cada laguna tiene un nombre y una historia o leyenda que explican el por qué se llaman así.


En concreto os voy a contar la historia de la Lagoa da Serpe. Según contaban los antepasados de mi abuelo, en un pueblo cercano al suyo, llamado Ponte vivía una jovencita muy, muy guapa pero a la vez era revoltosa, caprichosa y muy desobediente con sus papás.


A esta joven, llamada María, le gustaba mucho el resplandor de la luna, tanto que cuando ésta aparecía en el cielo decía que la quería coger. Sus padres la insistían en que estaba muy lejos, que no fuera tan caprichosa, y que era imposible cogerla por más que insistiera. Pero aun asi, María no se quedó conforme, y una noche, donde la luz de la luna brillaba con más intensidad de lo habitual, decidió caminar y caminar hacia las montañas con el fin de lograr su objetivo y alcanzarla.


Al cabo de un par de horas, y ya de madrugada, la chica comenzó a cansarse y a tener sueño, y se paró junto a una laguna donde veía el reflejo de la luna. Después de un rato sintió sed y decidió beber del agua que tenía delante. Pero de repente, su cuerpo empezó a transformarse hasta convertirse en una gigantesca serpiente de más de cinco metros de largo… según dice mi abuelo, el agua de la laguna estaba hechizada por los poderes de la luna… Y allí se quedó María.


Con el paso del tiempo, un anciano del pueblo de Ponte, contó a los jóvenes esta historia y les advirtió que la única manera de deshacer el hechizo de la luna era ir a la laguna en las noches de luna llena y cuando al serpiente apareciera, el joven más atrevido debía beber del agua y la bella muchacha aparecería de nuevo en su humano cuerpo.


A medida que pasaban los años varios jóvenes del pueblo y otros de la comarca lo intentaron, pero salían huyendo aterrados por la grandeza y resplandor de la serpiente.


Un buen día llegó al pueblo un apuesto pastor llamado Juan. Y en la noche más corta del año decidió llever a su rebaño a las montañas de Peña Trevinca. Después de andar varias horas llegó a la laguna y allí decidió parar. Se quedó dormido a su orilla, acompañado por Rosita, su oveja más bonita. Juan, que no conocía la historia de María, al poco rato sintió sed y decidió beber del agua de la laguna asi como su fiel compañera. En ese mismo momento surgió del agua una enorme serpiente, pero ya era tarde, el joven y la oveja ya habían bebido. A los pocos segundos apareció una linda muchacha que corrió a sus brazos para darle un beso, era María que muy arrepentida quería volver al pueblo. Cuando llegaron contaron su aventura y a los pocos días se casaron.


Ahora la laguna sigue habitada por una serpiente, pero nadie se atreve a beber de su agua en las noches de luna llena, ni en la de San Juan, según dice mi abuelo: “.. una oveja no merece tanto la pena…”


Sabina



Adaptación de la leyenda de la Lagoa da Serpe (1.697 mts.) en Peña Trevinca (2.124 mts.) para el concurso de historias de los abuelos del cole de Alejandra

lunes, 16 de marzo de 2009

AMOXICILINA


Sucedió hace más de una semana. Era jueves cuando fui a buscar a mi hija Alejandra, de 3 años, al cole y la noté la frente caliente junto con tos. Mal asunto, ordeno activar la situación de emergencia nivel 1.


Por la noche, al llegar la cena la frente ardía y tosía constantemente, nivel de emergencia 2, dalsy, flutox y a rezar no tengamos que activar el nivel 3 que significa ir a urgencias. Pasó la noche razonablemente bien.


Al día siguiente seguimos el protocolo de actuación en el nivel 2 de emergencias así que fuimos a visitar a su pediatra. Tiene las anginas inflamadas. Vaya novedad, ese es su talón de Aquiles. Antibiótico durante 7 días y antitérmico durante 3. Era viernes con lo que mantuvimos el nivel de emergencia y le dimos el antibiótico exactamente cada 8 horas con previsión de que el lunes bajábamos al nivel 1 y se lo daríamos en el desayuno, comida y cena.


En estas situaciones yo soy el encargado de despertarme por la noche y darle su medicina. Así hice la noche del sábado, de madrugada, serían las 2 aproximadamente. Tomo el frasco de la nevera, amoxicilina, cuya duración una vez preparada la fórmula solo es de 14 días. Me extrañó que el frasco estuviese pringoso, como de haberlo utilizado mucho. Que raro, si solo llevamos 1 día de antibiótico. Le di su dosis y al volver a la nevera para guardar el frasco me doy cuenta de que me he equivocado... ¡¡no era ese!!


Por alguna razón habíamos guardado un frasco antiguo (de finales de diciembre) de la misma marca que el actual. ¡¡¡Ostias le acabo de dar 5 ml de antibiótico caducado a mi hija!!! Despierto a la madre. No, no nos vamos a urgencias que la niña está tranquila. Dormía placidamente. Decidimos llamar al Servicio de Información Toxicológica, al número que viene en el prospecto. Comunica. ¡¡¡Pero como coño puede comunicar a las 2.30 horas de la madrugada!!! ¿Que hacemos? Llamada al 112. Lo siento las consultas farmacológicas se realizan en el 061. Pues allí que llamamos, nos toman nota y conseguimos hablar con un médico. Tranquilos, el antibiótico no está caducado, lo que ocurre es que la fórmula reconstituida con agua es la que tiene una efectividad de 14 días, ahora es como si le hubiesen dado agua a su hija, no le hará nada. ¡¡¡UFFF!!! menos mal.


Alejandra terminó el tratamiento el viernes pasado y sin problemas, relativamente. El sábado su hermano, de casi 6 meses, empezó a toser. Ayer noche eran los dos hermanos, cual orquesta perfectamente engrasada, los que parecían fumadores empedernidos recién levantados. Primero uno tiene el ataque de tos para que papá se levante, le de agua y le ponga una cebolla partida en el cabecero. Una vez papá piensa que podrá dormir tranquilo las 4 horas que le quedan para despertar... empieza ella. Otra vez arriba, agua y cebolla cortada en el cabecero. No funciona el remedio de la abuela, el pequeño vuelve a la carga. Es el momento de medidas drásticas... supositorio de tuscalm (o como coño se escriba) lactantes. En un ratito le empieza a hacer efecto y ya no tose, bien ahora puedo dormir... ella ataca. Pues nada otro supositorio para la hermana, misma marca pero tamaño ninos... pa'dentro. Por fin me duermo.... ¡¡¡pi, pi, pi, pi!!!


Es una de las cosas buenas de tener dos hijos, que cuando crees que has terminado… no es cierto… Así que seguimos en el nivel 2 de emergencia, esta tarde al pediatra… con los dos.

viernes, 6 de marzo de 2009

JOSE TOMAS NO QUIERE EL MISMO GALARDON QUE FRANCISCO RIVERA

La foto es Adrián Gómez secundado por Joselito y el Fundi.

Lo siento no encontré una foto tuya vestido de luces pero por lo menos en esta sonries. Mucho ánimo torero.


Hoy ha saltado la noticia, José Tomás junto a Paco Camino han decidido devolver la Medalla de Oro de las Bellas Artes porque no quieren el mismo galardón que este año ha recibido Francisco Rivera Ordoñez

OLE, OLE Y OLE !!!
SI SEÑOR!!!

Eso es un torero y lo demás son tonterías. Muchos conocíamos del tamaño de sus cojones en la plaza, pero este es el segundo gesto que me indica que también los tiene fuera.

El primero por mi conocido, lo tuvo con Adrián Gómez, banderillero que en junio del año pasado una cogida en Torrejón de Ardoz le ha dejado tretapléjico. Le donó una importantísima cantidad de dinero sin publicidad y pidiéndole que quedara en secreto. Al final todo se sabe y esto salió a la luz.

Poner en el mismo saco el toreo de José Tomás y el de Francisco Rivera es simplemente imposible. Uno es un TORERO y el otro es... en fin, quizás los ¿periodistas? de salsa rosa, dónde estás corazón, etc. sepan ponerle un adjetivo.

Morante de la Puebla también ha criticado la concesión de la Medalla de marras a Francisco Rivera. Y tiene razón, si el mismo Morante tiene mucha más arte en sus venas que el hijo de Paquirri.

Por otro lado ha salido Cayetano Martínez de Irujo despotricando contra Morante. Lo que faltaba, un isidro (personaje de la farándula que solo visita las Ventas el 15 de mayo para ver y dejárse ver, por supuesto con clavel en la solapa, según Joaquín Vida, d.e.p.).

Como has podido comprobar amigo lector mi ánimo está un poquito alterado, con lo que te remito a una entrada antigua de este blog
Le recibe con verónicas de lentas, suaves. Emocionante quite con chicuelinas ajustadísimas. Y en la hora de la verdad la siniestra de protagonista, de frente pies juntos y dando el pecho, muleta planchada, adelantándola para pararle y embarcar la embestida, acercarse el toro dando la velocidad justa y rematando abajo. Escasa media vuelta y no se coloca porque ya lo estaba; liga el siguiente natural, y otro y otro, termina con el de pecho, largo, interminable. Serie cortas pero verdaderas.

También copio el mensaje de un internauta en la web http://www.burladero.com/. No puedo añadir más.
Espero que esto lo pueda leer josé tomás alguna vez. Vengo de familia de toreros (miguel candelario, al albaceteño es hermano de mi madre) pero nunca le he tomado afición al toreo, no se porque. Pero desde que Ud. maestro (sr. tomás) ha vuelto a los ruedos, soy un enfervorecido entusiasta del mundo de los toros... no se la razón exacta, quizas es porque viendole a Ud. en la plaza parece que es la última vez que se pone delante de un toro... es el toreo puro... sin trampas. Cuando Ud. se pone delante de un toro es uno u otro. Nunca se sabe quién saldrá victorioso del envite. Créame cuando le digo que cada vez que le veo torear pienso que es la última vez que Ud. pisa un ruedo. Y eso me llena de emoción. Res pecto a esta noticia que se comenta hoy, no se como será paco camino. Si Ud. da la cara junto a él, debe ser por algo, asi que solo por eso le dedico desde hoy el mismo respeto al sr. camino que a Ud. Por otro lado, veo que sale en su "defensa" morante de la puebla. Este torero es el primero que me ha despertado algo en mi interior que no conocia de mi mismo. Fué hace un par de años en la corrida de la beneficencia de madrid. Después de torear cinco toros como si fuesen cinco ovejas, nos ofreció un sexto indescriptible. Por esa faena soy amante de los toros. Por esa faena comprendo su trabajo. Y por esa faena estaré siempre a su lado, sr. tomás, hasta que se deje la vida en el albero delante de un toro mas listo que Ud. Enhorabuena por tomar esta decisión de devolver la "medallita" de marras. Esas medallas que se las den a los del Que me dices! y demas. A Ud. las medallas se las ponemos nosotros en nuestros corazones. No creo que necesite más. Un sincero abrazo. El día que Ud. caiga abatido en un ruedo, quiero que sepa que mi alma caerá con la suya. Gracias, Tomás.


De todas formas esto se arregla en la arena. En las Ventas, con toros de José Escolar o similar, un mano a mano entre ambos.

miércoles, 4 de marzo de 2009

RENTA 2008

Información de servicio

Ya se puede solicitar el borrador de la declaración de la renta del 2008.

www.agenciatributaria.es

Se necesita el importe de la casilla 698 de la renta del 2007.

martes, 3 de marzo de 2009

ADSL MAS BARATO

Comfia-CCOO apoya la Campaña internauta para exigir al Gobierno un Adsl más barato y universal

Nace el sitio web www.adslmasbarato.com para exigir al Gobierno acceso Adsl accesible, asequible y universal. La campaña en línea invita a la participación masiva de la comunidad internauta

03-03-2009 - La campaña en línea, a la que puedes adherirte desde la web www.adslmasbarato.com invita a la participación masiva de la comunidad internauta y ya cuenta con el apoyo de los sitios web: ADSLZone.net, Asociación de Internautas, ADSLnet.es, Coveralia.com, Elotrolado.net, Tuexperto.com.

España lleva varios años ocupando las últimas posiciones en Europa en banda ancha según varios documentos y estudios de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). Desde el Gobierno se han ido anunciado rebajas en el precio del ADSL que nunca han llegado.

Las declaraciones de dirigentes políticos y organismos con poder de decisión sobre ello han sido meras promesas que no se han traducido en una mejora de los precios, la cobertura y la velocidad de acceso. Ministros de Industria, presidentes autonómicos, candidatos a presidentes del gobierno, secretarios de telecomunicaciones y un sinfín de cargos públicos nos han tomado el pelo con falsas promesas en cada campaña electoral.

A día de hoy la realidad es que los precios del ADSL no han bajado y seguimos teniendo una banda “ancha” lenta y cara. De hecho, en estudios sobre precios presentados por la CMT (Comisión de Mercado de las Telecomunicaciones) resulta claramente Telefónica como el operador dominante y el más caro de toda Europa.

Por otro lado, los operadores alternativos (Ya.com, Jazztel, Orange, Tele2…) no han trasladado al usuario final los descuentos aplicados en el precio mayorista que aprobó la CMT para conseguir una rebaja en el precio del ADSL indirecto.

La recogida de firmas contra el ADSL rural consiguió su objetivo

Telefónica decidió eliminar el ADSL rural sobre todo por la presión que ejercieron los internautas, ahora buscamos un resultado similar y es que baje el precio del ADSL en España. Somos el país con el acceso de banda ancha más lento y más caro, por todo ello solicitamos:

a) Una rebaja incondicional en el precio del ADSL de acuerdo al nivel de vida del país donde vivimos.

b) Una velocidad de bajada y subidaque permita acceder en igualdad de condiciones al resto de países europeos, sobre todo donde opera Telefónica a través de su filial O2.

c) Una calidad del servicio que garantice la disponibilidad y acceso de cualquier ciudadano.

d) Para poder cerrar en España la brecha digital, es imprescindible considerar la banda ancha como parte del servicio universal.