Esta es la vieja reivindicación de las 40 horas y, más cerca, de las 35 horas semanales, pero actualizada en forma de organización racional de la jornada. En este sentido, es evidente que la racionalización del tiempo de trabajo redunda sobre la productividad. Las cifras así lo demuestran. Francia, Gran Bretaña, Alemania e incluso Italia tienen una organización diferente de la jornada y nos ganan en capacidad de producción. Los horarios intensivos, junto con una mayor tecnificación de los procesos productivos y una mayor cualificación de los trabajadores, suponen una alternativa factible al modelo español, basado en la prolongación del horario de presencia en el trabajo.
Los ejecutivos y jefes de los países más desarrollados lo tienen claro desde hace tiempo. Un cuadro técnico de Alstom, en París, finaliza su jornada a las cinco de la tarde, mientras que sus homólogos en Catalunya pueden hacerlo a partir de las ocho. En nuestra cultura del trabajo se espera que el compromiso del directivo con la empresa se traduzca en horas de más, sin evaluar el valor real en términos de productividad. Los jefes deben liderar los equipos y alcanzar objetivos de negocio, pero no al precio de una vida personal y familiar inexistentes ni un incremento del riesgo de enfermedades relacionadas con la ansiedad.
El informe PISA sobre el estado de la educación en Europa, con relación a España, ha detectado que en la raíz de los discretos resultados escolares de nuestros niños se encuentra también una falta de atención continuada y de calidad por parte de los padres en el seguimiento de los estudios de sus hijos. Debe hacernos reflexionar si tenemos en cuenta que nuestro país es uno de los que tiene un índice más elevado de fracaso escolar.
lunes, 14 de enero de 2008
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1 comentario:
me quedo con última reflexión. Y yo, por suerto, soy de los que a las cinco y media está en casa. A cambio de un buen madrugón, pero me compensa, y con creces.
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