miércoles, 25 de abril de 2007

MADRUGAR


¡Titití, titití, titití!


Y veinte, ¿cómo suena tan tarde este despertador? si yo lo tengo en punto. Que sueño.

Comienza el día. Oigo a unos pájaros cantar que han anidado en el tendedero del piso de enfrente que está vacío. Ya verás como estos cabrones en verano, con todas las ventanas abiertas, me despiertan. Las golondrinas no distinguen sábados, domingos ni fiestas de guardar. Café bebido que voy con prisa, la parte sólida del desayuno luego en el bar.

Piso la calle camino al trabajo y una sonrisa se esboza debajo de esta protuberancia que tengo que algunos llaman nariz y otros rinoplastia y tres mil euros. Huele a mañana, a frescor. El jardín está regándose. La figura del jardinero con la manguera está archivada en la memoria, tercer pasillo a la derecha, sección recuerdos infantiles. Una ligera brisa me advierte que todavía es primavera pero pone la guinda de lozanía a la postal que graban mis miopes ojos. A veces merece la pena madrugar.

Los zapatos viejos que calzo cruzan el jardín, pasan la rotonda y bordeando el nuevo parque sobre las vías alcanzan la estación. El paisaje se torna gris, la hierba es asfalto, los árboles farolas, los arbustos papeleras y las hiedras escaleras mecánicas que me sumergen en la profundidad abisal de la rutina. La sonrisa que aderezaba mi cara se queda flotando en algún charco del jardín esperando la vuelta a casa.

Huele a metro.

2 comentarios:

Larrey dijo...

Dudu, nos hacemos viejos, estamos enfermos de nostalgia

Elena dijo...

La rutina laboral tiene su olor, igual que tu casa. Y aunque te parezca mentira esto que te digo, es tan real como la vida misma "bendita rutina" (frase dicha y re-dicha por mí cuando estábamos en el hospital y Paula grave operada de un pulmón).