MI PRIMERA VEZ

- ¡Qué no mujer, que no duele...!

Con catorce años todo lo veía distinto, los amigos eran fundamentales, la familia un incordio y seguir “la moda” una necesidad. Reconozco, después de bastantes años, que vivir en aquel mundo, “mi mundo”, me permitía disfrutar de muchos privilegios. El desconocimiento, el afán de querer probar y descubrir todo lo que me rodeaba, unido a lo placentero de lo “prohibido” me convertían en una adolescente cuánto menos “insolente”. Aún así, lo que más pesaba en mi, era mi deseo incontrolable de crecer, en definitiva de ser como mi hermana mayor: Respetada por todo su entorno, físicamente terminada, y eso sí, sin ningún pelo en las piernas ni axilas.

Por eso me decidí a probar los maravillosos efectos de la “cera”. No creo que pueda llegar a olvidarlo, de hecho las marcas en mi fina y blanquita piel no me ayudan demasiado.

Llegó mi gran día, y como no, aprovechando la experiencia inconfundible de mi fiel modelo, lo hice en mi propia casa. Ocupamos uno de los baños, enchufamos el aparato, y aquel material comenzó a calentarse...¡Dios mío, qué peste!...Todavía recuerdo mis palabras, con la mente confusa y con el miedo en el cuerpo repetía desconsoladamente:

- ¡ No estoy segura...creo que prefiero utilizar la cuchilla de mamá...aunque luego me crezca más fuerte... esto duele mucho...duele ¿verdad?...!
-¡ Qué no mujer, que no duele...!... ...

¡Hasta hoy...!, dónde mis piernas lucen un tacto “divino”, sin rastro de bello, pero nunca más utilicé aquel macabro ritual.

Ahora pienso que los amigos no son tan importantes, que la familia es un pilar indispensable en mi vida, que seguir la moda no me quita el sueño, y que una vez cumplidos los treinta trato de sentirme más joven cada día. El saber me ha hecho libre, y el crecer me ha dado serenidad y un control absoluto de mis impulsos más salvajes, hoy por hoy hasta me parecen hermosos los torsos varones con una pizca de “lobito feroz”...


Sabina